lunes, 21 de diciembre de 2009

ETIOPIA, TIERRA DE CONTRASTES

Etiopía, como siempre digo, tierra de contrastes. En mis vivencias durante 4 meses en el país, he vivido experiencias de verdaderas realidades opuestas.

Desde los paisajes, en montañas de cotas de 4.000 metros, hasta calidas sabanas. En las religiones, desde las más puramente animistas, donde en el amor por respeto no permite mantener la mirada a los ojos con la persona amada, hasta protestantes siguiendo la biblia y la religión a raja tabla, donde el alcohol, comer cerdo, cantar y bailar fuera de las melodías de Dios, mantener el pelo largo en los hombres, y cualquier contacto físico anterior al matrimonio es un pecado… Vivir exorcismos, contemplar la fe durmiendo en el patio de una iglesia escuchando los rezos y cánticos durante toda la noche, madrugada y la mañana. Perderme en montañas atrapada en ellas por la caída del sol, pidiendo cobijo a un monje para refugiarme del frio, durmiendo en el suelo encima de la paja, con pulgas, garrapatas y ratas pasando sobre mi cabeza.

Durante mi estancia en la capital, ofreciendo mí ayuda en la caridad de las hermanas de la Madre Teresa, donde la pobreza y la enfermedad más extrema se concentran en los grandes muros del centro. Solo entrar a él por el sentido del olfato se huele a putrefacción y enfermedad. A pesar de la gran labor de las hermanas, la mayoría de la gente va a tener un final menos triste que el que tendría en la soledad de las calles de Addis Abeba. Dar de comer a mujeres que no pueden mover más que sus labios, con los ojos a media asta todavía guardan alguna sonrisa para mí y mis servicios. Ayudar a calmar los brotes psicóticos de una mujer intentándose clavar una jeringuilla en el brazo. Dar de comer a adultos con corazón de niño. Pintar las paredes para alegrar las vidas de niños abandonas al nacer por malformaciones o enfermedades muy difíciles de curar en un lugar en vías de desarrollo. Y al final acabar haciendo lazos afectivos con las mismas enfermas, sentirlas como propias hermanas sin importar su condición física, sus días de vida, su clase social, sintiéndote de su misma sangre. Verlas partir a llantos por abandonar el centro después de estar curadas sin saber qué vida les espera al salir de allí, sin dinero, con la familia a kilómetros de distancia… El centro abarca a miles de niños y enfermos, además de la gente que acude al centro diariamente solo para las curas. Es un asombro la cantidad de personas que hay en esas condiciones de vida. Pero todo no acaba aquí, fuera de las paredes del centro, miles de vagabundos deambulan por la ciudad, mujeres con niños, hombres y mujeres mayores, jóvenes… Todo tipo de gente. La labor en el mundo a la hora de ayudar es inagotable. Que no cese.

Después de ello, me inmerso en un viaje al sur de Etiopía acompañada de un periodista especializado en África para mostrar las culturas escondidas del país. Modos de vida inimaginables. La esencia humana mantenida durante siglos intacta a la vida del primer mundo, al consumismo, a la vanidad. Donde los niños se alimentan directamente de la leche de las vacas que pastorearan más tarde durante todo un día bajo el abrasador sol de la sabana. En momentos de sed, el mismo charco de agua marrón alimentará a sus hermanas las vacas y a ellos mismos, compartiendo, como hijos de la misma madre, la natura.

Las mujeres al campo, a hacer crecer el alimento que les da la vida. Para trabajar se descalzan posiblemente como respeto a esas plantas que son signos de vida, y de gran importancia para ellos. El rió gran compañero, para lavar, para duchar, para beber… El agua es vida. A pocos kilómetros de esta tribu un pueblo sin rió sufre grandes problemas de agua, no hay agua de la que abastecerse, por las noches un gran camión cisterna trae agua. Todo el pueblo corre tras el camión al verlo pasar, con sus grandes barreños y bidones para conseguir aquello tan preciado que mueve a todo el mundo, el agua. Algunos de ellos acaban comprando agua embotellada en las pequeñas tiendas del pueblo.

Perdida en la montaña, perdida en las tribus, perdida en un festival de música de todas las culturas del país, perdida en los marrones ríos, perdida en las no asfaltadas calles de la capital, perdida entre iglesias de roca, perdida en cualquier lugar, pero viviendo, sintiendo, aprendiendo, y compartiendo. Y ahora me toca compartir con vosotros Etiopía. Así que a mi regreso a España estoy trabajando duro para mostraros mi trabajo fotográfico en imágenes. Mi mirada en Etiopía, mis sentimientos en ellas trasmitidos a través de mis fotografías. Muy pronto.

2 comentarios:

Pitu dijo...

Enorabuena Cristina, te felicito por el blog, haces que conozcamos un poco más esa cultura perdida y a su vez tan rica que a veces tendríamos que parar un poco a mirar las cosas que en realidad son esenciales de verdad...

Un abrazo

(P)

albert dijo...

me encanta niña, no sabes las ganas que tengo de verte. Joder, contigo al fin del mundo.
un beso enorme guapa.

Piratilla